miércoles, 3 de marzo de 2010

El día en que dejé de sentirme mal, para saber que lo estoy haciendo bien con mi hija...

Hoy en un foro se abrió un tema medio polémico. El por qué de las comparaciones con los hijos. Es típico que cuando hay niños de la misma edad, los conozcas o no, las preguntas obligadas sean ¿y ya hace....? o de lo contrario ¿a que edad hizo...? Creo que es una cuestión natural, algo del ser humano y quizás hasta de otras especies, es algo así como la lucha por la supervivencia, la búsqueda del más fuerte, el saberse más poderoso. Si no, entonces por que existirían las olimpiadas, los mundiales y demás juegos de competencia? O los simples concursos de intelecto y demás? Es por que se nos da natural, querer ser el mejor y destacar por encima de los demás. Esto lo veo natural, hasta podría aplaudirlo, si eso te hace ser mejor, por que no? El problema empieza cuando la competencia ya no es entre tu y otro, sino entre tú hijo y el del otro. Y si fueran ellos los que compitieran, estaría bien, pero ellos en realidad ni enterados, son los padres los que están siempre deseosos de que su hijo sea el más... todo. Creo que esto sigue siendo relativamente natural y sano, el asunto es que hay cierto tipo de padres que llevan esta competencia silenciosa a los extremos, a forzar al niño a cumplir expectativas que no corresponden a su momento, a su etapa maduracional o simplemente a su personalidad.
Yo me he encontrado en el punto de ser madre comparadora, claro que como mi hija ha sido bastante precoz e inteligente, siempre la comparación la ha favorecido y a mi enorgullecido. Por lo tanto no nos ha causado mayor conflicto.
Sin embargo, hace algunos meses empezó mi tormento. Empecé a notar que en ciertas áreas, principalmente de aprendizaje, Kía se estaba quedando atrás de los niños de guardería. Yo me tranquilizaba pensando que no hay prisa, que de todas formas tarde o temprano lo aprendería, que era más importante la labor que estoy realizando con ella en casa y el amor que obtiene. Pero mis telarañas mentales y emocionales no siempre me dejaban en paz.
Ya llegaba tal contando que su hija ya decía los nombres de las figuras. O ya escribía alguna contando que su hijo se sabe los colores. Y por ahí platicábamos y sale el tema de que "x" ya había memorizado todos los meses. Y ahí estaba yo conflictuada de como se los iba a enseñar a Kía para que no se me quedara "atrás".
Un día cuando Kía tenía 1 año 6 meses mi hermana me presentó a su amiga con una nena de 1 año 8 meses que ya se sabía los colores. Al hacer la comparación, mi respuesta fue "2 meses hacen mucha diferencia" en vez de pensar en que cada niño es distinto, en que cada quien tiene su propio ritmo y en que lo importante no es a que edad lo digan, sino como lo aprendan.
Pasó, yo no hice nada "extra" para forzar sus conocimientos, ni le dedique tardes enteras enfrente de los colores. Al año 8 meses, naturalmente todavía no se sabía los colores, aunque si que los identificaba. Y me volví a topar con esa mamá. Me recordó mi respuesta y me preguntó si Kía ya se los sabía, esta vez si respondí lo que pensaba, más por defensa que por convicción. Hace algunas semanas nos reencontramos. Mientras las nenas jugaban sin interesarse por la discusión que se estaba sosteniendo en la mesa, ella y yo platicábamos de los avances de ambas niñas. Naturalmente los de ella eran relacionados al aprendizaje, la memorización, el conocimiento, y en ese momento no pude más que sentirme mal de que recién ahora mi hija empieza a nombrar los colores.
En eso mi hija con toda la naturalidad e inocencia de la que fue capaz, llegó corriendo y me gritó "Mamaaaá te amooooo!!" A lo que siguieron un "becho" y "abashoooo" en palabra y en acción. Algo completamente natural en nosotras, que cuando la mamá en cuestión vio, no pudo más que preguntarme "como" le había enseñado a mi hija a decir "TE AMO"  "beso y abrazo".
Claro que yo no se lo enseñé. Nunca me puse frente a un pizarrón a escribir mil veces las palabras, ni le hice dibujitos para que lo entendiera, tampoco la instruí para que cada vez que una de esas mamás competitivas se acercara ella hiciera su acto.
NO, ella lo aprendió en el día a día. Entre cada beso y abrazo que le doy mientras hacemos quehacer. Lo aprendió después de cada Te Amo entre brincos y saltos al parque. Lo aprendió por imitación, de vernos a su papá y a mi acaramelados. Lo aprendió por que es lo que más natural nos sale  al ver a nuestra hermosa hija hacer alguna monería.
Y ese día, mi hija me enseño una valiosa lección. No importa cuantos avances tenga, cuanto sepa, cuanto conocimiento acumule o cuantas cosas memorice. Al final, lo único que cuenta es el amor que reciban en casa, y con el cual adquieran el conocimiento. Por eso cada día se me antoja más el homeschooling, por que reciben el saber de la persona que más los ama en el mundo... que mejor forma de aprender de la vida que sintiéndote amado?

2 comentarios:

  1. Me parece muy acertada tu entrada, creo que la comparacion como bien lo mencionas es algo natural del ser humano... y creo qeu todas tenemos esa espinita en la cabeza.. aunque de antemano sepamos que cada niño lleva su propio ritmo..

    sabes que me paso algo similar a ti.. leslie me dice de repente en misa, o en una comida o en la casa.. "mamita te quiero mucho" "mamita te amo" seguido por besos y abrazos!!
    y casualmente me comentaron algo similar a ti.. que como le habia enseñado a que hiciera eso!!!!

    asi que estoy complemente de acuerdo con esto:

    "No importa cuantos avances tenga, cuanto sepa, cuanto conocimiento acumule o cuantas cosas memorice. Al final, lo único que cuenta es el amor que reciban en casa, y con el cual adquieran el conocimiento. "

    besitos a kia y a la pancita..

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  2. Es hermoso lo que nuestros hijos nos enseñan, más que lo que nosotros pretendemos enseñarles no Paw?
    Gracias por compartir y felicidades por tu aprendizaje! ;)

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